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Biografías: Baltasar Lobo

Bio

Baltasar Lobo

(1910-1993). A los diecisiete años, con la ilusión de proseguir su vocación, y gracias a una beca de la Diputación, decidió ir a Madrid, para ingresar en la Academia de Bellas Artes (que pronto abandonó decepcionado), y sumergirse en el clima cultural de la capital, pletórica de vitalidad modernizadora.

Aunque las oportunidades para un artista joven de vida precaria, como la de Lobo, eran escasas, y apenas lograba acceder a una información restringida a ciertos entendidos, fue entonces cuando descubrió a Picasso y a la vanguardia internacional, visitó exposiciones, se interesó por el cine soviético, viajó por España e, incluso, a París, y se entusiasmó con la escultura ibérica del Museo Arqueológico, el gran descubrimiento artístico de su juventud.

El fin de la guerra en 1944 supuso el punto de partida de su maduración como escultor. Enseguida se dio a conocer en las primeras exposiciones de la posguerra inmediata, con las que un eufórico París celebraba su liberación. Su bautismo artístico tuvo lugar en la más multitudinaria y alegre de todas ellas, L’art en liberté, título simbólico, pues el tema de la libertad se iba a convertir en una constante de su imaginación plástica.

Desde la década de 1950, su presencia en la vida artística de París se hizo constante, de la mano de las galerías Villand & Galanis, primero, y Daniel Malingue, después, trabajando asimismo con el marchante Nathan, de Zúrich, que, en 1984, se hizo cargo de la publicación del catálogo de su obra.

Entre 1956 y 1966, su trabajo se orientó en una nueva dirección, más radical, depurada y abstracta, para representar —mediante volúmenes sólidos y graves, geometrías simples y superficies impecablemente lisas—, la vida elemental y embrionaria (Cabeza de gitana, El despertar, Pájaro herido), y donde se deja sentir la confluencia con la mejor escultura europea del momento, desde Hepworth hasta Arp, seguidores todos ellos del mito brancusiano de la forma pura.

En las décadas finales, se acentuó en su obra una disociación temática que subyacía desde los comienzos, el vuelo y el sueño, y que se plasmó en nuevas series, dedicadas, o bien al motivo de la elevación y el impulso ascendente, como en el ciclo de Cara al viento, emprendido en 1977, o bien trató el tema de la quietud y el ensimismamiento, el mundo estático de las durmientes, como en las bañistas de En la arena, explorado en los últimos años de su vida.

FUENTES: Real Academia de la Historia

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